¿Pagar de más en protección pasiva contra incendio?

En un sector tan competitivo como el de la ingeniería estructural, sorprende comprobar cómo se asume con total normalidad un valor estándar de 500 °C para la temperatura crítica del acero cuando hablamos de protección pasiva contra incendios. Hace tiempo que me di cuenta de que muchos estructuristas ni siquiera se plantean calcular esa temperatura crítica, y, sin embargo, es precisamente ese cálculo el que permite optimizar la pintura intumescente, cumplir con la normativa protección al fuego y ahorrar tiempo, coste y material.

La importancia de la temperatura crítica en la protección pasiva contra incendios

Cuando el acero se calienta en un incendio, llega un momento –la llamada temperatura crítica– en que comienza a perder capacidad estructural. Esa temperatura no es un dato fijo universal, sino que depende varios factores (el tipo de perfil, de su situación de carga, la geometría de la estructura, etc.). Determinarla con precisión permite definir el espesor necesario de la pintura intumescente y garantizar que tu proyecto cumple de verdad con la normativa protección al fuego, sin pagar de más.

Tabla comparativa de ahorro potencial de pintura intumescente Interchar R120 según temperatura crítica y masividad del perfil metálico.

¿Por qué no se calcula la temperatura crítica?

En obra privada, el principal freno es el desconocimiento de los beneficios económicos y medioambientales que aporta optimizar la protección pasiva contra incendios. Calcular la temperatura crítica implica modelizar solicitaciones en situación de incendio, valorar combinaciones de carga específicas, y dedicar un esfuerzo adicional que no siempre se reconoce ni en el presupuesto ni en la planificación. Y siendo sinceros: pocas veces se paga por «perder el tiempo» con este tipo de cálculos, aunque sean los que permiten un diseño más ajustado y profesional.

 

Es bastante habitual que, durante la redacción del proyecto, se vayan introduciendo múltiples cambios (nuevos huecos en los forjados, desplazamiento de pilares, ajustes en el trazado de instalaciones…). Todo esto supone más trabajo para el estructurista, aunque pocas veces se tenga en cuenta. En el fondo, esta situación refleja la conocida paradoja de la productividad (o paradoja de Jevons): cuanto más eficientes y ágiles somos gracias a la mejora de procesos, más carga de trabajo acabamos asumiendo.

Y precisamente eso es lo que pasa en muchos proyectos. Llegado el tramo final, el presupuesto asignado al cálculo estructural suele estar agotado, y dedicar más tiempo implica directamente pérdidas. No porque el trabajo no tenga valor, sino porque el sistema no está preparado para pagarlo.

 

A menudo, el estructurista asume que este trabajo ya lo hará otro. Que será cosa del proyectista de instalaciones, del coordinador de seguridad, del redactor del plan de autoprotección… Pero lo cierto es que todos esos elementos –la evacuación, los sectores de incendio, los tiempos de resistencia requeridos en función del uso del edificio– no sustituyen el cálculo estructural específico en situación de incendio. Lo complementan. Y si nadie asume esa parte del trabajo, lo que acaba pasando es que se aplica un espesor genérico de pintura para 500 °C, aunque no tenga sentido técnico ni económico.

 

Por otro lado, en obra pública la situación no es mejor: los pliegos rara vez incluyen este requisito (personalmente nunca lo he visto), y las licitaciones a precio cerrado penalizan cualquier trabajo extra. La presión por ir rápido y no generar «problemas» con partidas nuevas o cambios en proyecto hace que, por defecto, se recurra al estándar. Lo cómodo. Lo que no requiere justificar ni explicar a nadie.

 

Y aquí está el fondo de la cuestión: en un sector tan especializado, donde cada proyecto exige una formación continua, horas de cálculo, criterio técnico y responsabilidad legal, la retribución no está a la altura. No sorprende, por tanto, que muchos estructuristas no estén dispuestos a asumir responsabilidades no pagadas. Que, al final, prefieran no complicarse más de lo necesario. Pero la realidad es que, cuando no se calcula la temperatura crítica, se pierde una oportunidad de hacer mejor las cosas: con más criterio, más rigor y más eficiencia.

Viñeta en blanco y negro de tres paneles que muestra con humor la sobrecarga de tareas de un ingeniero estructurista, desde múltiples tareas simultáneas hasta la falta de reconocimiento presupuestario.

Optimización del recubrimiento mediante cálculo

Lo idílico sería que cada estructurista definiera la temperatura crítica de sus perfiles desde el inicio del proyecto. Con las herramientas de modelización actuales, basta simular las solicitaciones durante un incendio, identificar el punto en que el acero pierde capacidad y traducirlo en un espesor de pintura intumescente que cumpla la normativa protección al fuego sin derrochar recursos.

Nuestro servicio de cálculo de temperatura crítica

En esta página hemos diseñado un servicio especializado que cubre todo el proceso:

 

  1. Modelamos tu estructura y sus combinaciones de carga en situación de incendio.
  2. Calculamos la temperatura crítica de cada perfil.
  3. Proponemos el espesor de pintura intumescente ajustado a la normativa protección al fuego.
  4. Nuestro honorario se basa en el ahorro real que obtienes en mano de obra y material: cuanto más optimizamos tu proyecto, menos pagas.

Al apostar por este enfoque, no solo optimizarás tus costes y cumplirás con la legislación, sino que también reducirás tu huella medioambiental al evitar el uso innecesario de compuestos químicos. Si quieres llevar la protección pasiva contra incendios de tu proyecto al siguiente nivel, descubre cómo nuestro método puede marcar la diferencia.

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